Se preguntó a un grupo de 640 adultos elegidos al azar acerca de
los posibles sucesos traumáticos durante su infancia y del grado de satisfacción
en sus vidas en el momento actual. Aquellos que afirmaron haber sufrido
experiencias traumáticas durante su infancia reconocieron estar menos
satisfechos con sus vidas, mostraron una menor tendencia al hecho de llegar a
ser propietarios de una vivienda y una mayor tendencia a formar parte de
familias con ingresos inferiores a los de aquellos individuos que afirmaron no
haber sufrido este tipo de experiencias (estudiados entre 44 y 232 según el
apartado).
Numerosos investigadores han comenzado a explorar los efectos que
los traumas infantiles pueden llegar a tener sobre el comportamiento y
personalidad del individuo adulto. Widom (1989) descubrió que el hecho de haber
sufrido abusos durante la niñez incrementaba, de forma significativa, el riesgo
de llegar a tener un historial criminal en la edad adulta. Groth (1979) afirmó
que una tercera parte de los agresores sexuales sufren abusos sexuales o
experiencias traumáticas durante su infancia. En una revisión reciente de la
información se demostró que el 30% de aquellos individuos que habían sufrido
algún tipo de abusos sexuales o físicos, o que habían estado totalmente
desatendidos durante su infancia repetían el mismo ciclo con sus propios hijos
(Kaufman & Zigler). Este porcentaje es unas seis veces superior al
correspondiente para el conjunto de la población.
Estudios psiquiátricos acerca de pacientes de sexo femenino, tanto
hospitalizados como no hospitalizados, indican que la mayoría sufrieron abusos
durante su infancia (Surrey, Swett, Michaels, & Levin, 1990; Bryer, Nelson,
Miller, & Kroll, 1987). Cerca de la tercera parte de un grupo de 35 mujeres
que sufrían bulimia reconoció haber sido víctima de abuso sexual infantil
(Bulik, Sullivan, & Rorty, 1989). Pemmebaker y Susman (1988) analizaron cinco
tipos de traumas infantiles (abuso sexual, divorcio o separación de los padres,
muerte de algún familiar o amigo, violencia física y "otro tipo de
traumas") y su relación con enfermedades en el individuo adulto.
Encontraron que aquellos adultos que habían sufrido algún trauma infantil
mostraban una mayor tendencia a padecer enfermedades, según un cuestionario
sobre salud, y también que habían acudido en un mayor número de veces al médico
el año anterior que aquellos adultos que no habían sufrido ningún trauma infantil.
Incluso comprobaron que estos traumas acaecidos durante la infancia guardaban
una mayor relación con los problemas actuales de salud que los traumas más
recientes.
Los médicos, normalmente están interesados en saber si sus
pacientes están satisfechos con el modo en que sus vidas han evolucionado, su
situación actual, sus perspectivas de futuro, e indagan con frecuencia sobre el
nivel de felicidad y bienestar que sienten habitualmente (George & Bearon,
1980). Una amplia rama de la investigación ha establecido, a lo largo de los
últimos años, relaciones concluyentes entre medidas subjetivas del bienestar
(en las que la satisfacción vital es un componente) y las exigencias de las
situaciones vividas por los individuos (Larson, 1978). Los estudios gerontológicos
están repletos de investigaciones que relacionan la satisfacción vital con el
bienestar personal (Thomas & Chambers, 1989). En cualquier caso, ningún
estudio posterior ha examinado la relación entre la existencia de situaciones
traumáticas durante la infancia y la satisfacción personal en el individuo
adulto.
Aunque los médicos reconocen, normalmente, que las experiencias
traumáticas durante la infancia tienen la capacidad de causar problemas
emocionales permanentes que se mantienen durante la edad adulta, desconocemos
cómo estas experiencias en la infancia afectan al adulto en cuanto a su
satisfacción personal, dentro de un colectivo de individuos adultos
seleccionados al azar.
Este
artículo sugiere que ciertas situaciones traumáticas acaecidas en la vida de un
niño pueden seguir influyendo en su satisfacción personal como adulto. Aunque
no es concluyente que estas experiencias traumáticas sean las causantes de una
menor satisfacción en la vida, es evidente que los encuestados que afirmaron
haber sufrido sucesos de este tipo estaban significativamente menos satisfechos
con sus vidas y sus progresos eran menores ( según los indicadores de propiedad
e ingresos familiares) que los de aquellos adultos que no habían tenido estas
experiencias. A pesar de que se desconoce la proporción, dentro de esta muestra
aleatoria, de individuos que han recibido psicoterapia y de que nada se puede
hacer para cambiar las vivencias de una infancia desgraciada, estos
descubrimientos alientan la especulación de que los médicos que no exploran los
posibles antecedentes traumáticos de sus clientes pueden estar desperdiciando
una oportunidad para ayudarles a recuperarse en mayor medida y disfrutar de sus
vidas.
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