La violencia contra la mujer está ligada a la consideración de la
mujer que se desprende de la familia patriarcal. La humanidad en sus orígenes
pudo estar constituida por comunidades matriarcales, así lo expuso Lewis Henry Morgan, considerado uno de los
fundadores de la antropología moderna,
en su libro La sociedad
primitiva en 1877. De acuerdo
con Federico Engels, «la abolición del derecho materno fue [pudo
ser] la gran derrota del sexo femenino». Actualmente la familia patriarcal
puede aparecer desdibujada tras siglos de esfuerzos de la mujer por
emanciparse; en sus orígenes, convirtió a la mujer en objeto propiedad del
hombre, el patriarca. Al patriarca pertenecían los bienes materiales de la
familia y sus miembros. Así, la mujer pasaba de las manos del padre a las manos
del esposo, teniendo ambos plena autoridad sobre ella, pudiendo decidir,
incluso, sobre su vida. La mujer estaba excluida de la sociedad, formaba parte
del patrimonio de la familia, relegada a la función reproductora y labores
domesticas.
En la Roma clásica, en sus primeros tiempos, es manifiesta la
dependencia de la mujer, debiendo obediencia y sumisión al padre y al marido.
El paterfamilias tenía sobre sus hijos en derecho a
vida y muerte; podía venderlos como esclavos en territorio extranjero,
abandonarlos al nacer o entregarlos a manos de los familiares de sus víctimas
si habían cometido algún delito; desposarlos y pactar o disolver sus matrimonios.
Pero así como los varones pasaban a ser paterfamilias cuando moría el padre, y
adquirían todas sus atribuciones jurídicas dentro de su familia, las mujeres,
por el contrario, iban a permanecer de por vida subordinadas al poder
masculino, basculando entre el padre, el suegro y el esposo.
Antonio Gil Ambrona
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