La realidad es que los padres tienen la “obligación” de ayudar a formarlos como seres humanos, no es igual a “deber”, definamos bien estos dos términos.
No es necesario ser un psicólogo para comprenderlos, sino el amor y la
sabiduría que se tiene para tratar a esos angelitos que en muchas ocasiones no
saben lo que hacen y dicen, pero lo más maravilloso para un padre o una madre
es escuchar sus primeras palabras "mama"," papá".
La educación moral es
uno de los grandes retos de la vida familiar. La mayor alegría que pueden
sentir los padres es ver que sus hijos son realmente buenos ciudadanos.
Según la psicóloga Angélica Stay, la misión de los padres quienes es
inculcar valores, que actualmente, se están perdiendo poco a poco. "La
actitud correcta de los padres hacia los hijos no existe, porque como padres
nos equivocamos, pero sin embargo las cosas que hacemos con los chicos es
tratar que estén bien para que puedan ser críos responsables en la
sociedad", manifiesta la psicóloga.
Para finalizar, todo padre anhela que sus hijos sean agradecidos y
consientes en las tareas que realizan cotidianamente en su vida, para que
después de un tiempo ellos reconozcan la labor que han ejecutado sus padres y
puedan ser progenitores cuando ellos estén ancianos.
Los hijos no son
propiedad de nadie, ni de la familia, ni de la escuela, ni del Estado. Pero
todos, especialmente en casa, estamos llamados a ayudar a los niños y
adolescentes a crecer en su vida como buenos ciudadanos y como hombres de bien.
Esa es la misión que reciben los padres cuando inicia el embarazo de cada niño.
Quienes hemos tenido la dicha de tener unos padres que nos han ayudado a
respetar a los demás, a amar a Dios y a vivir de un modo honesto y justo, nunca
seremos capaces de darles las gracias como se merecen. Quienes no han tenido
esta dicha... pueden, al menos, preguntar cómo se puede enseñar a los hijos a
ser, de verdad, buenos, no sólo en la formación científica, sino en los
principios éticos más elevados.
Esa es la misión que
reciben los esposos cuando su amor culmina en la llegada de un hijo. Cumplirla
puede ser difícil, pero la alegría de un hijo bueno no se puede comprar ni con
todo el dinero del Banco Mundial.
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