sábado, 15 de junio de 2013

Los Traumas en el ser humano




Los traumas infantiles
En referencia a las niñas y a los niños, a todo lo anterior, debemos sumarle el factor de vulnerabilidad que está presente por el simple hecho de serlo:
_ A menor edad, más concreto su desarrollo cognitivo o intelectual. Para la mayoría de las niñas y niños esto implica que su nivel de entendimiento de la situación traumática es mucho más limitado que el de una persona adulta.

 Sin embargo, la vivencia emocional puede resultar abrumadora, pues aunque no comprendan con claridad lo que sucede, sí experimentan los estados emocionales intensos que acompañan la vivencia: miedo, angustia, soledad, impotencia, tristeza y similares.
_ A pesar de eso, las niñas y los niños no suelen comunicar sus emociones como lo hacemos las personas adultas. Los cambios abruptos en su conducta pueden ser el mayor indicador de desequilibrio y malestar emocional. Por ejemplo, temor a estar o dormir a solos/as, cambios significativos en el rendimiento académico, conductas agresivas o más bien retraídas y regresiones (retrocesos a conductas anteriormente superadas como control de esfínteres o dejar de hablar como bebé, por ejemplo).
_Su condición de dependencia de las personas adultas puede convertirse en una desventaja, pues de la forma en que éstos y éstas enfrentan sus propias adversidades, las niñas y niños aprenderán a lidiar con las suyas. Si las personas adultas se permiten expresar sus emociones con libertad, buscar ayuda cuando lo requieren y enfrentar las dificultades en forma realista, pero, a la vez esperanzada y con una fe equilibrada, las niñas y los niños a su alrededor absorberán poco a poco y en forma natural estas actitudes. Pero, si más bien reprimen sus emociones pretendiendo que “nada ha pasado”, se rinden, aíslan o paralizan por largo tiempo, las niñas y niños recibirán un mensaje errado acerca del dolor y su lugar en la vida de las personas.

¿Es un trauma una marca para toda la vida?
Definitivamente una experiencia traumática NO tiene por qué ser concebida como irreparable y causante de limitaciones que nos acompañarán durante toda nuestra vida. Entre más temprana la ayuda adecuada, mayores posibilidades de recuperación. Pero éstas obedecen a una serie de factores y algunas personas tienen más o menos potencial para lograrlo dependiendo de sus recursos personales y las redes de apoyo con que cuenten. Aún así, en el presente se sabe con certeza que las experiencias traumáticas generan una serie de desequilibrios neurológicos que repercuten en el desarrollo intelectual, físico y emocional, que pueden ser corregidos cuando se ofrece la ayuda adecuada (Schore, 1994). Como resultado, la persona continuará recordando la experiencia, pero sin el dolor, miedo, ira o ansiedad paralizantes que la caracterizaban inicialmente. Igualmente puede recobrar la seguridad en sí misma y en el mundo (Shapiro, 2004). La iglesia tiene un gran potencial al ofrecer espacios de consuelo, aceptación, compañía y trabajo en  equipo con profesionales calificados/as, entendiendo la misión como una que debe desarrollarse únicamente
en forma integral, tal y como Jesús mismo lo hizo.
¿Cómo ayudar a las niñas y a los niños que viven experiencias traumáticas?

A continuación compartimos algunas sugerencias para responder a esta pregunta:
No menosprecie las vivencias de las niñas y de los niños
Recuerde que aunque desde nuestra perspectiva adulta tendemos a creer que las niñas y los niños “no entienden”, lo cierto es que sí necesitan información acorde con su edad y madurez. Es decir, tienen derecho a conocer la mínima cantidad de información referente a lo sucedido para ayudarles a disminuir la ansiedad, tener algún sentido de control y estabilidad en medio del caos. Responda con honestidad solamente las interrogantes que planteen, pues niñas y niños preguntan únicamente aquello que tienen la capacidad de manejar.

Abra espacios para que se expresen a su manera
Tome la iniciativa para hablar y preguntarles cómo se sienten. Recuerde que la expresión verbal no es exactamente la forma más fácil de expresar sentimientos para una niña o un niño, así que deles la libertad de hacer dibujos o demostrarle con juegos lo que sienten.

Mantenga una actitud realista.
Reconozca su propio dolor y permítase expresar su humanidad con libertad. El sufrimiento y la adversidad son parte de la experiencia humana y, como tales, debemos aceptarlos y tratar de sobre llevarlos de la manera más sana posible. Sin embargo, la Biblia también nos enseña que la esperanza siempre forma parte del repertorio de recursos con que contamos para caminar por la vida. Las personas recibientes son aquellas que no solo enfrentan la adversidad, sino que logran salir enriquecidas de ella. Acepte y exprese el dolor, pero también transmita la idea de que estas situaciones son temporales y podemos recuperar la fuerza para
seguir adelante con la ayuda del Señor.

Asuma su rol adulto y busque ayuda profesional cuando sea necesario.
Ante cualquiera que sea el evento traumático, recuerde que usted es la persona adulta. Le corresponde cuidar y proteger a las niñas y a los niños, además de modelar cómo enfrentar lo sucedido. Pero, si usted también se encuentra desequilibrado/a por el trauma, o no tiene claro cómo ayudar, no dude en buscar ayuda profesional calificada. Entre más pronto lo haga, mejor pronóstico de recuperación habrá para todas las personas afectadas.

Comprenda que existe la posibilidad de experimentar una crisis de fe y modele cómo lidiar con ella
Sentirse abandonado/a por Dios, con desesperanza y débil en la práctica de la fe, forma parte de las reacciones normales que gente sana desarrolla ante eventos fuera de lo normal (Lating, 2008). A veces estas reacciones aparecen hasta semanas o meses después del acontecimiento. Pero, si surgen, es fundamental que usted recuerde que son normales y pasajeras. Sin embargo, aunque sus creencias estén debilitadas y sus deseos de orar o leer la Biblia hayan disminuido, no deje de congregarse o mantenerse conectado con su comunidad de fe. La compañía y consuelo de sus hermanas y hermanos le permitirán ir, poco a poco, recuperándose y renovando su fe con una perspectiva más madura y realista. Lo que, al mismo tiempo, transmitirá a las niñas y a los niños el mensaje de que las dificultades y la ambivalencia son parte de la vida, pero Dios sigue siendo el mismo a pesar de ellas, y posee la fuerza y sabiduría que no tenemos en momentos como esos.

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