Los traumas infantiles
En referencia a las niñas y a los niños, a todo lo anterior, debemos
sumarle el factor de vulnerabilidad que está presente por el simple hecho de
serlo:
_ A menor edad, más concreto su desarrollo cognitivo o intelectual. Para la
mayoría de las niñas y niños esto implica que su nivel de entendimiento de la situación
traumática es mucho más limitado que el de una persona adulta.
Sin embargo, la vivencia emocional puede resultar abrumadora, pues aunque
no comprendan con claridad lo que sucede, sí experimentan los estados
emocionales intensos que acompañan la vivencia: miedo, angustia, soledad, impotencia, tristeza y similares.
_ A pesar de eso, las niñas y los niños no suelen comunicar sus emociones
como lo hacemos las personas adultas. Los cambios abruptos en su conducta
pueden ser el mayor indicador de desequilibrio y malestar emocional. Por
ejemplo, temor a estar o dormir a solos/as, cambios significativos en el
rendimiento académico, conductas agresivas o más bien retraídas y regresiones
(retrocesos a conductas anteriormente superadas como control de esfínteres o dejar
de hablar como bebé, por ejemplo).
_Su condición de dependencia de las personas adultas puede convertirse en
una desventaja, pues de la forma en que éstos y éstas enfrentan sus propias
adversidades, las niñas y niños aprenderán a lidiar con las suyas. Si las
personas adultas se permiten expresar sus emociones con libertad, buscar ayuda
cuando lo requieren y enfrentar las dificultades en forma realista, pero, a la
vez esperanzada y con una fe equilibrada, las niñas y los niños a su alrededor absorberán
poco a poco y en forma natural estas actitudes. Pero, si más bien reprimen sus emociones
pretendiendo que “nada ha pasado”, se rinden, aíslan o paralizan por largo
tiempo, las niñas y niños recibirán un mensaje errado acerca del dolor y su
lugar en la vida de las personas.
¿Es un trauma una marca para toda la vida?
Definitivamente una experiencia traumática NO tiene por qué ser concebida
como irreparable y causante de limitaciones que nos acompañarán durante toda
nuestra vida. Entre más temprana la ayuda adecuada, mayores posibilidades de
recuperación. Pero éstas obedecen a una serie de factores y algunas personas tienen
más o menos potencial para lograrlo dependiendo de sus recursos personales y
las redes de apoyo con que cuenten. Aún así, en el presente se sabe con certeza
que las experiencias traumáticas generan una serie de desequilibrios neurológicos
que repercuten en el desarrollo intelectual, físico y emocional, que pueden ser
corregidos cuando se ofrece la ayuda adecuada (Schore, 1994). Como resultado,
la persona continuará recordando la experiencia, pero sin el dolor, miedo, ira
o ansiedad paralizantes que la caracterizaban inicialmente. Igualmente puede
recobrar la seguridad en sí misma y en el mundo (Shapiro, 2004). La iglesia
tiene un gran potencial al ofrecer espacios de consuelo, aceptación, compañía y
trabajo en equipo con profesionales
calificados/as, entendiendo la misión como una que debe desarrollarse
únicamente
en forma integral, tal y como Jesús mismo lo hizo.
¿Cómo ayudar a las niñas y a los niños que viven experiencias traumáticas?
A continuación compartimos algunas sugerencias para responder a esta
pregunta:
No menosprecie las vivencias de las niñas y de los niños
Recuerde que aunque desde nuestra perspectiva adulta tendemos a creer que
las niñas y los niños “no entienden”, lo cierto es que sí necesitan información
acorde con su edad y madurez. Es decir, tienen derecho a conocer la mínima
cantidad de información referente a lo sucedido para ayudarles a disminuir la ansiedad,
tener algún sentido de control y estabilidad en medio del caos. Responda con
honestidad solamente las interrogantes que planteen, pues niñas y niños
preguntan únicamente aquello que tienen la capacidad de manejar.
Abra espacios para que se expresen a su manera
Tome la iniciativa para hablar y preguntarles cómo se sienten. Recuerde que
la expresión verbal no es exactamente la forma más fácil de expresar
sentimientos para una niña o un niño, así que deles la libertad de hacer
dibujos o demostrarle con juegos lo que sienten.
Mantenga una actitud realista.
Reconozca su propio dolor y permítase expresar su humanidad con libertad.
El sufrimiento y la adversidad son parte de la experiencia humana y, como
tales, debemos aceptarlos y tratar de sobre llevarlos de la manera más sana
posible. Sin embargo, la Biblia también nos enseña que la esperanza siempre
forma parte del repertorio de recursos con que contamos para caminar por la vida. Las
personas recibientes son aquellas que no solo enfrentan la adversidad, sino que
logran salir enriquecidas de ella. Acepte y exprese el dolor, pero también
transmita la idea de que estas situaciones son temporales y podemos recuperar
la fuerza para
seguir adelante con la ayuda del Señor.
Asuma su rol adulto y busque ayuda profesional cuando sea necesario.
Ante cualquiera que sea el evento traumático, recuerde que usted es la
persona adulta. Le corresponde cuidar y proteger a las niñas y a los niños,
además de modelar cómo enfrentar lo sucedido. Pero, si usted también se
encuentra desequilibrado/a por el trauma, o no tiene claro cómo ayudar, no dude
en buscar ayuda profesional calificada. Entre más pronto lo haga, mejor
pronóstico de recuperación habrá para todas las personas afectadas.
Comprenda que existe la posibilidad de experimentar una crisis de fe y
modele cómo lidiar con ella
Sentirse abandonado/a por Dios, con desesperanza y débil en la práctica de
la fe, forma parte de las reacciones normales que gente sana desarrolla ante
eventos fuera de lo normal (Lating, 2008). A veces estas reacciones aparecen
hasta semanas o meses después del acontecimiento. Pero, si surgen, es fundamental
que usted recuerde que son normales y pasajeras. Sin embargo, aunque sus
creencias estén debilitadas y sus deseos de orar o leer la Biblia hayan
disminuido, no deje de congregarse o mantenerse conectado con su comunidad de
fe. La compañía y consuelo de sus hermanas y hermanos le permitirán ir, poco a
poco, recuperándose y renovando su fe con una perspectiva más madura y
realista. Lo que, al mismo tiempo, transmitirá a las niñas y a los niños el
mensaje de que las dificultades y la ambivalencia son parte de la vida, pero Dios sigue siendo el mismo a pesar de ellas, y posee la
fuerza y sabiduría que no tenemos en momentos como esos.
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