A medida que pasa el tiempo, con tristeza nos damos cuenta
que los padres no tienen tiempo para estar con sus hijos, el trajinar con el
trabajo, las reuniones sociales y el devenir de la vida. No nos fijamos que las
huellas del abandono dejan una brecha que es difícil de sanar en nuestros
hijos, con decir “esta es la vida que le toco”. No olvidemos que nuestros hijos
no nos pidieron venir al mundo.
Muchas
veces sobre esta huella se estructura la falsa personalidad y se determina,
entre otras cosas, el código secreto de conductas compulsivas y destructivas.
La falta de comprensión del hecho de haber sido abandonados, -aunque no haya
sido deliberadamente- crea un vacío existencial que aísla, deprime y
propicia, en ocasiones, una pérdida de autoestima y estados de angustia y
confusión intensos En casos extremos se puede llegar a algo muy cercano a la
fractura de la personalidad, es decir, a severos problemas psicológicos y
mentales.
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