jueves, 4 de febrero de 2016

LAS HUELLAS DEL ABANDONO (El padre y/o madre ausente)


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A medida que pasa el tiempo, con tristeza nos damos cuenta que los padres no tienen tiempo para estar con sus hijos, el trajinar con el trabajo, las reuniones sociales y el devenir de la vida. No nos fijamos que las huellas del abandono dejan una brecha que es difícil de sanar en nuestros hijos, con decir “esta es la vida que le toco”. No olvidemos que nuestros hijos no nos pidieron venir al mundo. 
  
Muchas veces sobre esta huella se estructura la falsa personalidad y se determina, entre otras cosas, el código secreto de conductas compulsivas y destructivas. La falta de comprensión del hecho de haber sido abandonados, -aunque no haya sido deliberadamente- crea un vacío existencial que aísla, deprime y propicia, en ocasiones, una pérdida de autoestima y estados de angustia y confusión intensos En casos extremos se puede llegar a algo muy cercano a la fractura de la personalidad, es decir, a severos problemas psicológicos y mentales.


Si la huella de abandono permanece a lo largo del tiempo, el individuo puede desplazar ese sentimiento a personas con quienes mantiene una estrecha relación afectiva y  puede llegar a crear vínculos un tanto enfermizos y co-dependientes atribuidos al temor que experimenta al recordar anteriores abandonos y separaciones. Hay mujeres que se sienten indignas de recibir el amor de un hombre por la fractura emocional que les ha causado el abandono de su padre.
La huella del abandono conlleva no solo el miedo a ser abandonado sino también el temor a ser rechazado y a comprometerse. ¿Se te hace conocido el caso de un hombre que ha estado a punto de casarse varias veces y deja plantadas a las novias casi a la puerta de la Iglesia porque ¨pensó que no era el mejor hombre para ellas”? Hay muchas maneras sutiles de crear los mismos escenarios que se temen, lo cual obviamente refuerza los temores. ¿Cómo no pensar que si mi papá me rechazó y me abandonó no van a hacer lo mismo las demás personas? Detrás del comportamiento de hombres y mujeres que no se comprometen habría que ver si no hay una historia de abandono en el que la persona en que más confiaban les fallo o se fue.

El padre es una figura tan significativa en la vida de cualquier persona que aunque se haya ido sigue vivo en la mente de los hijos e incluso en su corazón. Hay quienes lo buscan afanosa mente por años, aunque no sea físicamente, alimentándose con pedacitos de información.

Otro comportamiento común entre la gente que sufre la huella del abandono tiene que ver con su sexualidad. Es curioso pero una estadística del Instituto de Paternidad de los Estados Unidos declaró que los adolescentes criados sin sus padres tienden a tener relaciones sexuales antes que aquellos criados en un hogar con ambos progenitores. Algunas niñas sin padre creen incluso que tener un bebé es la gran solución para la soledad y una medida preventiva para el abandono.

Algunas otras personas, criadas sin su padre, canalizan su furia contra él hacia una obsesión que puede ser muy destructiva. O puede ser que la ira se enmascare de tristeza y entonces desarrollen una profunda depresión.
Desgraciadamente en nuestra sociedad la depresión no se atiende a tiempo siendo que da mensajes importantes sobre lo que está pasando en la vida y que necesita ser atendido. De hecho todas esas sensaciones de vacío en el alma, el sin-sentido, están ahí para avisarnos que hay que movilizar nuestros recursos internos para encontrar un nuevo significado a nuestra existencia. El sufrimiento no puede desaparecer por sí solo si antes no se lleva a cabo un profundo trabajo de psicoterapia que ayude a encontrar las causas de tal dolor para luego aprovecharse de él para crecer.

Esa persona que padeció en carne propia el abandono de su padre pudo haberse convertido en un sujeto que abandona, sobre todo si involuntariamente se identifica con quien lo abandonó porque le adjudica atributos que tal vez no tenga pero que le resultan convenientes para explicarse su abandono. La mente y la respuesta emocional de los seres humanos a veces son tan difíciles de comprender. En ocasiones nos encontramos haciendo justo lo mismo que tanto nos hizo sufrir, repitiendo despiadadamente patrones de conducta negativos que son inexplicables.

La buena noticia es que la huella de abandono puede superarse, en ocasiones con un facilitador y dentro de un proceso terapéutico que tiene por objeto reconciliarse consigo mismo y con la persona que lo abandonó sin que necesariamente esté presente, volviendo a tener relaciones afectivas sanas y equilibradas y un proyecto de vida libre de heridas del pasado. Otras veces ocurre que el propio poder desafiante del espíritu se impone apelando al deseo de dejar de sufrir. Entonces es cuando se elabora la pérdida y llega la comprensión y compasión hacia la persona que abandonó y entonces se supera esa circunstancia dolorosa.

La persona que se siente abandonada puede transformar ese significado de lo que  vivió en la separación y así convertirse en alguien que vive con más plenitud y confianza en la vida. Para ello hay que llegar a conocer los rasgos que forman la raíz de una personalidad que se ha sentido desamparada, con una gran angustia existencial, sin sentido de pertenencia y hasta con un severo conflicto de identidad. De lo que se trata con el proceso de la superación del abandono es justamente recuperar la identidad, en otras palabras, saber quién soy, qué quiero y hacia dónde voy, no gracias a que tuve dos padres que estuvieron conmigo en la crianza, sino a pesar de que uno de ellos, o ambos fallaron en su más importante tarea, y aún así, desear encontrar el camino de la felicidad y vivir en plenitud, con la absoluta convicción de que la vida tiene sentido en cualquier circunstancia Haber sido víctima de un abandono parecería que pone a las personas en una posición muy desventajosa y en parte es cierto. La presencia del padre en el desarrollo de la personalidad del hijo es sumamente, sin embargo no es determinante para tener una existencia feliz. El ser humano tiene la capacidad para decidir, cómo quiere enfrentar lo que le ha pasado, es decir, tiene la libertad de elegir qué postura tomar frente a los embates y carencias de la vida y responsabilizarse de esa respuesta.
El abandono puede tomarse como una condición a superar o como un hecho devastador que justifique sufrimiento y vacío existencial, eso lo decide la persona que fue abandonada. Hay personas que dicen “sí a la vida, a pesar de todo” y hay quienes deciden decir “no, a pesar de tener muchas otras cosas buenas a favor”. Es una decisión personalísima sobre la cual, sin embargo hay que hacerse cargo.


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