miércoles, 11 de julio de 2012

Trauma infantil y satisfacción personal del adulto. Cuarta parte



Se preguntó a un grupo de 640 adultos elegidos al azar acerca de los posibles sucesos traumáticos durante su infancia y del grado de satisfacción en sus vidas en el momento actual. Aquellos que afirmaron haber sufrido experiencias traumáticas durante su infancia reconocieron estar menos satisfechos con sus vidas, mostraron una menor tendencia al hecho de llegar a ser propietarios de una vivienda y una mayor tendencia a formar parte de familias con ingresos inferiores a los de aquellos individuos que afirmaron no haber sufrido este tipo de experiencias (estudiados entre 44 y 232 según el apartado).

Numerosos investigadores han comenzado a explorar los efectos que los traumas infantiles pueden llegar a tener sobre el comportamiento y personalidad del individuo adulto. Widom (1989) descubrió que el hecho de haber sufrido abusos durante la niñez incrementaba, de forma significativa, el riesgo de llegar a tener un historial criminal en la edad adulta. Groth (1979) afirmó que una tercera parte de los agresores sexuales sufren abusos sexuales o experiencias traumáticas durante su infancia. En una revisión reciente de la información se demostró que el 30% de aquellos individuos que habían sufrido algún tipo de abusos sexuales o físicos, o que habían estado totalmente desatendidos durante su infancia repetían el mismo ciclo con sus propios hijos (Kaufman & Zigler). Este porcentaje es unas seis veces superior al correspondiente para el conjunto de la población.
Estudios psiquiátricos acerca de pacientes de sexo femenino, tanto hospitalizados como no hospitalizados, indican que la mayoría sufrieron abusos durante su infancia (Surrey, Swett, Michaels, & Levin, 1990; Bryer, Nelson, Miller, & Kroll, 1987). Cerca de la tercera parte de un grupo de 35 mujeres que sufrían bulimia reconoció haber sido víctima de abuso sexual infantil (Bulik, Sullivan, & Rorty, 1989). Pemmebaker y Susman (1988) analizaron cinco tipos de traumas infantiles (abuso sexual, divorcio o separación de los padres, muerte de algún familiar o amigo, violencia física y "otro tipo de traumas") y su relación con enfermedades en el individuo adulto. Encontraron que aquellos adultos que habían sufrido algún trauma infantil mostraban una mayor tendencia a padecer enfermedades, según un cuestionario sobre salud, y también que habían acudido en un mayor número de veces al médico el año anterior que aquellos adultos que no habían sufrido ningún trauma infantil. Incluso comprobaron que estos traumas acaecidos durante la infancia guardaban una mayor relación con los problemas actuales de salud que los traumas más recientes.
 Los médicos, normalmente están interesados en saber si sus pacientes están satisfechos con el modo en que sus vidas han evolucionado, su situación actual, sus perspectivas de futuro, e indagan con frecuencia sobre el nivel de felicidad y bienestar que sienten habitualmente (George & Bearon, 1980). Una amplia rama de la investigación ha establecido, a lo largo de los últimos años, relaciones concluyentes entre medidas subjetivas del bienestar (en las que la satisfacción vital es un componente) y las exigencias de las situaciones vividas por los individuos (Larson, 1978). Los estudios gerontológicos están repletos de investigaciones que relacionan la satisfacción vital con el bienestar personal (Thomas & Chambers, 1989). En cualquier caso, ningún estudio posterior ha examinado la relación entre la existencia de situaciones traumáticas durante la infancia y la satisfacción personal en el individuo adulto.
Aunque los médicos reconocen, normalmente, que las experiencias traumáticas durante la infancia tienen la capacidad de causar problemas emocionales permanentes que se mantienen durante la edad adulta, desconocemos cómo estas experiencias en la infancia afectan al adulto en cuanto a su satisfacción personal, dentro de un colectivo de individuos adultos seleccionados al azar.
Este artículo sugiere que ciertas situaciones traumáticas acaecidas en la vida de un niño pueden seguir influyendo en su satisfacción personal como adulto. Aunque no es concluyente que estas experiencias traumáticas sean las causantes de una menor satisfacción en la vida, es evidente que los encuestados que afirmaron haber sufrido sucesos de este tipo estaban significativamente menos satisfechos con sus vidas y sus progresos eran menores ( según los indicadores de propiedad e ingresos familiares) que los de aquellos adultos que no habían tenido estas experiencias. A pesar de que se desconoce la proporción, dentro de esta muestra aleatoria, de individuos que han recibido psicoterapia y de que nada se puede hacer para cambiar las vivencias de una infancia desgraciada, estos descubrimientos alientan la especulación de que los médicos que no exploran los posibles antecedentes traumáticos de sus clientes pueden estar desperdiciando una oportunidad para ayudarles a recuperarse en mayor medida y disfrutar de sus vidas.

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