sábado, 5 de enero de 2013

LOS HIJOS NO SON PROPIEDAD PRIVADA



“Muchos adultos representan personajes cuando hablan con los niños. Utilizan palabras y sonidos ridículos. Le hablan al niño como si fuera inferior y no lo tratan como su igual. El hecho de que sepamos más o seamos más grandes transitoriamente no significa que el niño no sea igual a nosotros.”








Cuando se ve frustrado su deseo de controlar o influir sobre las actuaciones de su hijo adulto, como suele suceder, comienzan a criticar o a mostrar su desaprobación, o tratan de hacer que el hijo se sienta culpable, todo en un intento inconsciente por conservar su personaje, su identidad. A simple vista parece como si estuvieran preocupados por el hijo, y están convencidos de que así es, pero lo que les preocupa es conservar su identidad a través de su papel de padres. (…)
Si se llevaran a la conciencia y se expresaran los supuestos y las motivaciones inconscientes de los padres, seguramente se oirían así: (…) “No me desilusiones. Me he sacrificado por ti. Mi desaprobación tiene por objeto (…) que finalmente te pliegues a mis deseos. Y sobra decir que yo sé qué es lo mejor para ti. Te amo y te seguiré amando si haces lo que yo sé que te conviene”. Cuando traemos a la conciencia esas motivaciones, nos damos cuenta de lo absurdas que son.
Una vez reconocemos lo que hacemos o lo que hemos venido haciendo, reconocemos también su inutilidad, y el patrón inconsciente se disuelve por sí solo.
También se deben tener en cuenta los propios supuestos de los hijos o sus propias expectativas inconscientes detrás de las reacciones habituales hacia los padres: “Mis padres deberían aprobar lo que hago. Deberían comprenderme y aceptarme como soy”. ¿De veras? ¿Por qué deberían hacerlo? El hecho es que no lo hacen porque no pueden. (…)
Muchos hijos abrigan ira y resentimiento hacia sus padres  y, muchas veces, la causa es la falta de autenticidad en su relación“, la falta de igualdad, y aquí retomo el primer párrafo: los hijos son iguales a los padres, independientemente de la edad.

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